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Procesión en Elgeta
Uranga recibe su formación inicial en la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria y en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. En 1889 marcha a París animado por su amigo el escultor Paco Durrio y allí conoce a Santiago Rusiñol y a Ignacio Zuloaga. Con este último mantendrá una amistad estrecha e inquebrantable que les llevará a viajar juntos más adelante a Estados Unidos y Cuba. En París continua su aprendizaje y participa en distintas exposiciones tanto colectivas como individuales. Entre las últimas, hay que destacar la celebrada en 1897 en la galería Le Barc de Boutteville. Sin embargo, cuando todo le era más favorable y en un gesto típico de su carácter decide volver a Elgeta, un pequeño pueblo guipuzcoano donde había pasado parte de su infancia y que siempre será su refugio espiritual.
Precisamente, esta obra refleja una escena de dicha localidad, una procesión, el momento en que la corporación siguiendo al abanderado y al párroco se disponen a entrar en la iglesia. Está realizada en un ángulo o escorzo un tanto forzado y muestra el gusto del artista por una pintura dinámica, con una factura muy suelta que da sensación de abocetamiento. Un claro ejemplo es la figura del soldado en la que se centra la mirada del espectador. La obra destaca por el uso del color, donde se aprecia el interés de Uranga por esas tonalidades terrosas y por los rojos que tan característicos serán en su obra, buscando siempre el contraste cromático y la importancia de la luz.
Uranga se nos presenta como un artista innovador, que bebe de la tradición clásica española, de Velázquez, Goya o Eugenio Lucas y que interpreta este legado desde una nueva perspectiva, tamizada por la influencia de la vanguardia francesa que tuvo la suerte de conocer.
Pablo Uranga (Vitoria-Gasteiz, 1861-Donostia-San Sebastián, 1934)