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Lorenzo Fernández de Viana
Lorenzo Fernández de Viana Sáenz de Ugarte nace en Lanciego (Álava) en 1866 en una familia humilde de labradores. Su interés por la escultura le lleva a trabajar como ebanista, primero en Logroño y después en Vitoria. Tras estos inicios más vinculados a la artesanía decide formarse como escultor. Se matricula en la Escuela de Artes y Oficios de la capital alavesa y en 1898 se instala en Madrid para acudir al taller de uno de los escultores más renombrados del momento, Aniceto Marinas. Fernández de Viana se mostraba muy orgulloso de este hecho y siempre lo consideró su maestro.
En 1907, pensionado por el Ayuntamiento de Vitoria, viaja a París; allí, además de su formación en la Academia Julian, visita muchos salones y exposiciones y se empapa del ambiente artístico de la ciudad. A su regreso, participa en la mayor empresa artística de la Vitoria del momento, la construcción de la Nueva Catedral. Ejerce también como profesor de la Escuela de Talla y Modelado, creada específicamente por la Diócesis de Vitoria para formar escultores y tallistas ante la magnitud del proyecto.
Viaja a Argentina en 1912, país donde desarrolla obras de envergadura e importancia, centrándose especialmente en la escultura aplicada a la arquitectura, trabajos que le permiten avanzar estilísticamente. No obstante, tras su regreso a Bilbao en 1917 y hasta su fallecimiento en dicha localidad en 1929, realiza una labor más convencional, muy plegada a los distintos encargos que recibe, aunque destaca por introducir temas folklóricos, cercanos al sentimiento nacionalista que el autor profesa.
Como la mayor parte de los escultores del momento, Fernández de Viana toca todos los géneros escultóricos (religioso, funerario, costumbrista, retrato, etc.) y emplea materiales muy diversos. Se encuadra dentro de la tendencia tradicional, de escultores de vena realista, con mucho oficio, que modelan de manera muy fiel y cuya mayor aportación se encuentra muchas veces en la elección de los temas.
El Museo tiene una pequeña colección de esculturas de este autor centrada en el retrato. Algunas pertenecen al ámbito familiar, más íntimo, como es el caso de Mi hija (h. 1916-1920) que muestra una joven de belleza clásica y serena. Se trata de una obra realizada con mucho detalle como puede verse en los relieves que decoran el cuello del abrigo, en el plegado de la boina o en los rizos que se escapan por debajo de la misma.
Este componente de intimidad se da también con su amigo, el pintor alavés Pablo Uranga, al que retrata y dedica la obra de forma cariñosa en 1908 Uranga, por su parte, pinta a Viana en el momento en que éste modela su retrato en el estudio. Era muy habitual entre artistas este juego de retratarse mutuamente con sus útiles de trabajo y poniendo en valor su actividad artística.
Viana también se autorretrata en 1920. Se presenta como un hombre ya maduro, con su barba y bigote característicos, con expresión de concentración en el rostro y la línea de cejas muy marcada.
Éxtasis es una obra más cercana al simbolismo, donde se muestra a una mujer joven con el rostro idealizado y que destaca por un acabado liso, muy pulido.
Realiza también obras por encargo, como se aprecia en el busto de Sabino Arana (1919). En ella se prima la fidelidad en el retrato y destaca por la naturalidad en el modelado.